El autor entendía el teatro como la única forma literaria social, no unipersonal porque en el proceso intervienen muchos rubros, oficios, personas. Y también le interesaba la idea de un teatro que reflexiona sobre los mitos.
Su Antígona Vélez (obra que por la cantidad de actores -entre otras cosas- sería muy difícil llevar a cabo fuera del circuito oficial) ubica el mito de Antígona en la Pampa del malón y la masacre.
La puesta de Pompeyo es impecable. El trabajo de cada actor cuenta y el conjunto es armonioso, inquietante, atractivo y feroz. Los cuerpos que se quiebran y desgarran, las voces (particularmente en el caso de las brujas), la desolación, y una obra que una vez más nos conmueve apelando a lo básico del teatro: la voz, el texto y el cuerpo. Sin más artificios.
Un teatro que entretiene, es bello (poético) y nos hace reflexionar, en este caso, sobre las arbitrariedades del poder.
En el Teatro Nacional Cervantes.
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